A mediados del año pasado Bernardita Olmedo, guionista e ilustradora reconocida por sus historietas “Bruta”, lanzó su debut literario en el que relata distintas historias que ocurren en su pueblo natal, Purén.
“Hija Ilustre” es descrito como un compilado de relatos que narra sus recuerdos de infancia, los sentimientos que se tienen por tener estatuas de colonizadores en el pueblo, la relación del lugar con la cultura mapuche, las particulares tías de Bernardita, y muchas más.
Con su característica forma de expresarse, siendo extremadamente sincera, llena de humor, pero a la vez muy cercana, Olmedo logra capturar en sus propias palabras la esencia y el alma de Purén. Quisimos conversar con ella para profundizar en su obra y lo especial que tiene su comuna de origen.
¿De qué forma retratas Purén en tu novela?
En el libro, el pueblo es lo protagónico: todos los personajes, todas las voces, todas las imágenes son una excusa para construir este espacio y dar cuenta de cómo funciona. Esto según mi punto de vista, claro.
¿Por qué decidiste escribir este libro de fragmentos biográficos sobre tu infancia en la zona?
La verdad es que no lo decidí. Hija ilustre fue una invitación de la editorial La Pollera a participar de “Surcos del Territorio”, una colección en que autores de provincia hablan sobre su lugar de origen. Aunque en un comienzo tuve dudas, acepté embarcarme en este proyecto, con todos los temores que me despertaba, entendiendo que era un desafío para mi escritura y para mi vida personal.
¿Por qué lo titulaste Hija Ilustre?
Hay mucha ironía en el nombre, un afán por desmarcarme de la figura de ciudadana modelo.
En un comienzo hija ilustre fue un concepto que me ayudó a hacer una bajada a los caminos que quería desarrollar: en el libro se sigue a varias “buenas” o “malas” hijas, se habla de una Hija Ilustre del pueblo, se reflexiona en torno a la pertenencia al lugar y también cuestiono los méritos que se exigen para recibir este reconocimiento. Entonces, a medida que escribía los relatos, el concepto fue tomando tanta fuerza que finalmente se convirtió en el título.
¿Con qué se van a encontrar los lectores en tu novela?
Quienes lean este libro se encontrarán con una mirada que busca alejarse del romanticismo hacia el lugar en que nos tocó nacer o crecer. En Hija ilustre dejo mis dudas, evidencio mis prejuicios y acepto la posibilidad de mi propia soberbia frente a un lugar que me conflictúa.
¿Qué sello ha dejado Purén en tu vida?
No voy a mentir, siempre he tenido una relación tensa con Purén.
No estoy de acuerdo con ciertas maneras en que se construyó y en que hoy se mueve el pueblo. Hay incongruencias históricas que me chocan, borrones al pasado que poco parecen importar con tal de mantener una postal turística. Soy consciente de mi postura y también me conflictúa no sentir más arraigo. ¿Soy egoísta?
¿Malagradecida? ¿Soy mala sureña? Sinceramente me lo pregunto y al escribir el libro intenté transmitir esta dualidad: Purén seguirá siendo mi lugar seguro, al que siempre volveré, pero reconozco que me siento mejor viviendo lejos.
¿Qué es lo que más extrañas de Purén y de la vida en el sur, en general?
Extraño a mi familia directa y a mis amigos y amigas que mantengo desde la infancia. Intento ir seguido para no quedarme fuera del crecimiento de mis sobrinas. Si bien me gusta mucho vivir en Santiago, a veces añoro el silencio y esa sensación de saber dónde estás pisando.
¿Qué comidas y sonidos te recuerdan a tu pueblo natal?
Para mí, ir a Purén es sinónimo de comida. Pero, específicamente, mis recuerdos están ligados a las empanadas que hacía mi abuela, al pan amasado y –aunque fue un gusto adquirido en la adultez- a los digüeñes.
En cuanto a los sonidos, pienso en el sur con la lluvia chocando en el techo y al escuchar el cantar de un gallo (cosa rara en Santiago, pero ha pasado).
¿Qué rescatas de los vecinos y gente de Purén?
Responderé con un fragmento del libro que lo resume:
Vivir acá es sentirse acompañada.
Acompañada y observada.
Ojos que ven.
Ojos que cuidan.
Ojos que juzgan.
¿Alguna leyenda o mito de Purén que quieras compartir?
Alguna vez escuché sobre un mito que no sé de dónde salió y que nunca nadie volvió a repetir: se decía que el Huenocolle, el cerro más alto de Purén, en realidad era un volcán que si llegaba a despertar haría desaparecer al pueblo completo.
Esta imagen me acompañó cuando comencé a escribir el libro, entendiendo lo simbólico que esta idea representaba…
Pero, por más que he preguntado, no he vuelto a escuchar sobre esta historia.