En medio de la inactividad causada por la pandemia del Covid-19, Ariel Traipi, fundador y director de Fundación Chilka, se planteó el desafío de visibilizar el arte y cultura mapuche mediante el tejido a telar. Para conseguir su objetivo, organizó a más de cuatrocientas tejedoras repartidas en territorio chileno y argentino, para que juntas confeccionaran el telar más grande del mundo.
“Ngüren 1Km” es el nombre que recibe este tejido de más de mil metros de extensión, que surcado por trece colores, crea la imagen del relmu, espíritu femenino de protección manifestado en el arcoíris. Este telar fue exhibido desde septiembre hasta enero de 2023 en el Museo Artequin, lugar al que acudimos como Araucanía Infinita para reunirnos con Ariel Traipi y conversar sobre este impresionante proyecto.
¿Cómo nace la idea de hacer un telar de más de un kilómetro?
Bueno, primero nos dábamos cuenta de que el arte mapuche del tejido a telar estaba siendo avasallado por el mercado asiático, la manufactura de textiles estaban llegando por contenedores a Chile, desde los trarilonkos, mantas, aros; y también arte de la metalurgia mapuche estaba manifestándose en una producción a escala y en serie. Esa fue la primera alarma. Y segundo, es que estaba tan desvalorizado este arte, que muchas veces nuestra gente era pasada a llevar en su integridad. Y me propuse buscar fórmulas de visibilizar el arte del tejido de telar al mundo.
¿Cuáles fueron los desafíos del proyecto?
Primero unificar criterios, ponernos de acuerdo. Y luego, establecer un hito mundial a través de un récord, en medio de una pandemia. Ese fue el mayor desafío. Dado que estábamos privados de nuestra libertad como nación, como sociedad.
Pero buscamos la fórmula, a través de las distintas plataformas, de encontrarnos. Y la gran promesa era hacer este encuentro que reunía a las tejedoras de 88 comunas del país, tanto de Chile como Argentina, en un solo encuentro. Donde se pone en valor el trabajo cooperativo, colaborativo. Y fue maravilloso.
¿Cómo lograron coordinar a todos los participantes del proyecto, que estaban repartidos entre Chile y Argentina?
Primero nace la coordinación general desde la Fundación Chilka con cuatro mentoras; y estas cuatro mentoras territoriales fueron quienes enseñaron a través de las distintas plataformas el desafío a establecer: el tejido, el formato, las cantidades de hebra, las cantidades de ovillos que íbamos a utilizar, el tonelaje de lana, el tiempo.
Y luego traspasamos esta información a las coordinadoras territoriales en cada una de las comunas, en cada una de las ocho regiones del país y en la provincia de Argentina se estableció el mismo estándar, y eso lo reprodujeron nuestras lamgnen a fidelidad, de modo que hoy tenemos aquí el resultado de esa coordinación.
¿Cuándo se concreta el proyecto?
Ocurrió el 21 de mayo del 2022 en Puerto Saavedra. Fue increíble ese día, ahí se presentaron los tejidos en una rogativa; los colores, el tejido, las tejedoras, sus familias, sus peticiones y luego de eso vino el trabajo.
Ese día fue el proceso final, donde se ensambla lo que ustedes ven aquí a mis espaldas. En un lapso de cinco, seis horas, las tejedoras trabajaron coordinadamente para ensamblar, y luego se extendió por toda la costanera de la comuna. Fue un trabajo uniforme.
La trama de este telar contempla el relmu o arcoíris, ¿cómo tomaron la decisión de que ese fuera el diseño?
Existen más de 25 simbologías en la cultura mapuche que fueron creadas por nuestros ancestros. El relmu no había sido manifestado como un símbolo todavía. Sí existía en la oralidad de la ontología, en el lenguaje espiritual. Cuando había crisis, cataclismos en la humanidad, los ancestros invocaban en su oración el espíritu femenino del relmu. Nosotros lo hicimos durante toda la pandemia; orábamos, pedíamos al arcoíris. Las tejedoras dan testimonio de que apareció el arcoíris en el lado Sur, se manifestó en el lado Norte, a cada instante. Y se manifestó el día de nuestra oración.
En las escuelas de artes y oficios de Chilka, los participantes están generando nuevos códigos, nuevos símbolos, ¿cómo sucede ese proceso?
Nos dimos cuenta que estamos cometiendo serios errores como cultura, especialmente las tejedoras actuales. Están tomando símbolos que son de las mantas y las están llevando a las alfombras, están tomando símbolos que son de las fajas y los están llevando a las mantas, es decir, están rompiendo los esquemas. Y ante eso, creo que falta un poco de creatividad, falta un poco de indagar más en lo profundo de nuestros significados.
Creo que somos una cultura dinámica que constantemente debe crear, no podemos quedar estancados en el pasado. Debemos respetar lo que crearon nuestros antepasados pero proyectarnos en el tiempo para los próximos mil años también. Porque queremos decirle a futuras generaciones lo que hoy vivimos, en este tiempo. (...) Por ello, hemos hecho un trabajo muy exhaustivo en la región de La Araucanía, con 50 tejedoras que se atrevieron a participar en la escuela de artes y oficios del ngüren y crear nuevos códigos.
Siendo este proyecto tan exclusivo a personas mapuche, ¿qué significa para ustedes expandirlo a nivel nacional e internacional?
Bueno esa también fue una de las preguntas, cómo lo expandimos, cómo aperturamos a la sociedad este evento. Habían descendientes de colonos franceses, suizos, alemanes tejiendo. Y nos preguntaban “No soy mapuche, ¿puedo participar en este tejido? – Sí, si respetas los códigos de nuestra cultura”, que es el respeto mutuo y el trabajo colaborativo.
Y luego de eso, nos dimos cuenta que este mensaje era para la humanidad, este mensaje es para el mundo; de que un pueblo se unió en los tiempos difíciles para crear y trabajar. Eso es lo que queremos mostrarle al mundo, que un pueblo en tiempos de pandemia fue capaz de trabajar colaborativamente, generosamente y este es nuestro legado para las futuras generaciones.